* Magda Montiel S. y Elena Poniatowska
Los marchantes llevan sus
centavos liados en un pañuelo; otros los hacen sudar en la apretada
cuenca de su mano.
Hay que cuidar el monedero porque los
jitomates están de "mírame y no me toques" y la romanita
cuesta "un ojo de la cara".
Huele a fritangas, a maíz tostado, a cebolla,
a cilantro, a yerbas del monte. Huele bonito. Los vendedores ofrecen
sus alteros de naranjas, sus sandías atrincheradas, sus pirámides
de chile poblano que relumbran verde, sus montoncitos de pepitas de
calabaza.
Entre los puestos
atiborrados de mercancía, uno permanece vacío. Sin embargo, bajo el
tendido de manta rosa, una niña se ha parado y espera:
—Yo soy licenciado, niña; y puedo afirmarte
que las nubes no son de nadie, por lo tanto no pueden venderse.
El licenciado se aleja
refunfuñando. Tras él, una señora se detiene. Lleva puestos unos
collares tan largos que casi no la dejan avanzar; y brillan tanto,
que lastiman los ojos:
La niña sonríe a la nube para animarla.
"Olvida el desaire", le dice; y todavía está con la
cabeza en el aire cuando un político de traje acharolado medita
frente a ella:
—Creo que tu nube, niña,
puede ser un elemento positivo en mi campaña para diputado. ¿Sabrá
escribir letras en el cielo?
—Oh, no señor, yo al centro no voy y menos
a una oficina. Allá hay mucho esmog, del más denso y negro, y se me
tizna mi nube.
La niña permanece una hora en medio de su
puesto, sin que nadie se acerque, a pesar de que vocea como los
papeleros: "¿Quién quiere una nube? ¿Quién compra una nube?
Una nube limpiecita, sin esmog"; hasta que se cansa y empieza a
hablarse a sí misma en voz alta: "¡Qué hambre! ¡Lástima que
no me pueda comer un pedazo de nube!" Y al oírla un militar la
interrumpe.
—Hum... Una nube... No lo había yo pensado,
pero podría servir para esconder mis aviones. Nadie se atrevería a
sospechar de una nube.
Yo también de niño tuve una nube y la
llevaba jalando como un globo, nomás que se me perdió. Con la edad,
se le van perdiendo a uno las cosas.
Nosotros somos siete y vivimos en un solo
cuarto; yo, en la noche, la meto en una botella para que no ande
nomás flotando por ahí, arrimándose a otras puertas; vayan a decir
los vecinos que lo que quiere es que le regalen un taco.
—Nomás destapa la botella; la nube sale,
bosteza, se estira, se alisa la falda, se esponja y ya la puede usted
sacar al patio para que se vaya para arriba de nuevo.
—Dos setenta y cinco. Nomás cuídela usted
cuando hay tormenta, porque se inquieta mucho; se pone negra de
coraje porque ya le anda por irse con las otras. Eso es lo único.
—Esta nube a cada rato me jalonea, es muy
retobona; por poco y me rompe el brazo. Mientras salíamos del
mercado se comportó, pero ahora ya no la aguanto. ¡Es muy mustia!
—Aquí está, aquí está... Es que la nube
no quería ir y yo la obligué, y no es bueno forzar a las nubes.
—Irnos de viaje, darle la vuelta al mundo.
Yo sé de eso, ¿qué no ves que soy vagamundos? Vamos a
soñar que es lo mismo que viajar; las nubes son muy sabias y al
ratito, cuando nos cale mucho el hambre, bajaremos a cortar elotes
tiernos. Súbete, súbete, pero pícale tú también nube...
La nube se levantó
graciosamente llevando en sus brazos a la niña y al vagabundo. Y
antes de que los marchantes y las señoras que regatean en el mercado
pudieran alzar la vista y hacerse cruces, habían desaparecido en el
horizonte.
Nota: Hoy cuando desperté pensé en lo lejos que estoy de la cumpleañera del día, y que no sabía que regalarle en su día especial. Recién esta tardecita recordé este cuento que había leído hace poco y de alguna manera me recordó un poco a ella. Así es que espero que cuando lo lea, lo disfrute y sepa cuanto aprecio le tengo. Además es hermana de una de mis personas favoritas en el mundo, lo que la hace muchísimo más especial. Feliz cumpleaños Farru, mucha birra y mucha alegría para vos. Te quiero.
Cada día al empezar mi jornada de vida después de recorrer el mundo de los sueños, mientras tomo mi primer café, busco alguna lectura que me regrese a la realidad y descubro este maravilloso cuento en un mágico blog. Este cuento es para leerlo con mucha tranquilidad y para dejarse llevar por la fuerza de las imágenes. Experiencia recomendada: @Zavala_Ra.
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