“Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas
y respuestas se encuentran en el perro.”
Franz Kafka en
Investigaciones de un perro.
No sabía muy bien por dónde empezar… que
historias contar, solo sé que quería escribir por el aniversario de la
partida/trascendencia de mis bebés caninos. Skay y Jimi, esos dos seres que voy
a amar, no sé, calculo que el resto de mis días.
Pongo en el reproductor “entre el cielo y
la tierra” de Skay Beilinson y "el tesoro de los Inocentes" del Indio. El primer
tema le canté a Skay en la madrugada de su partida, él estaba acostado entre
mis brazos. El tesoro siempre escuchábamos en casa, yo en la compu, ellos
acostados alrededor de mi silla; los tres. También debería poner Thunderstrucks
de AC/DC, con ese tema si o si, saltábamos los cuatro.
A lo mejor, muchas personas piensan que
son solo perros. Para mí no, Skay y Jimi no eran solo perros. Eran mis compañeros,
mis amigos, mis hijos, los seres más leales y constantes con los que me pude
relacionar. Fueron apenas unos meses. Pero fueron meses de mucho amor, de
muchos abrazos, de muchas sonrisas, de mucha entrega, de mucha complicidad, de
muchos enojos. Fueron meses plenos.
Como llegaron a nuestras vidas y como se
fueron
Nacieron en enero de 2011, bajo el sol
desconcertante de verano. Debajo de un arbolito verde. Patada, el sol de
nuestras vidas, madre de estos seres dio a luz a 8 pequeños diablillos que en
días más comenzaron a corretear por la casa y a sacarnos canas verdes, pero
canas de placer. Eran alegría pura. Ellos eran: Sócrates (por Sócrates), Emma (por Emma Goldman), Skay (por el guitarrista
de los redondos), Porthos (era igual al papá que se llamaba Athos, entonces un
une con flecha con los Tres Mosqueteros), Luna (tenía un lunar con forma de
luna en la frente), Cloud (increíblemente, no recuerdo el nombre que le dimos),
Jimi (por Jimi Hendrix) y el gigante (nació muerto).
Skay, Jimi y Patada
Pasaron los meses cada uno fue con sus
nuevas familias. Skay y Jimi se quedaron con nosotros. Skay por ser el primero
en nacer y Jimi el último. Luego del infarto de Guille (mi pareja en ese
tiempo), Skay y Jimi fueron acogidos temporalmente por dos amigos entrañables.
Skay, casualmente, fue a parar a la casa donde había ido Emma, con mi amiga
Romina. Luego volvieron y con ellos, volvió Emma… por problemas de la vida,
infortunios de la vida. Emma luego va a la casa del hermano de Guille.
Setiembre de 2012, la terrible noticia era
realidad. Skay y Jimi tenían leishmaniasis. Hicimos todas las averiguaciones
para tratarlos. Era imposible por dos motivos. El tratamiento era muy costoso y
la calidad de vida de los peludos no iba a ser la misma. Entonces, tuvimos que
tomar la decisión de sacrificarlos. Fue la decisión más dolorosa, que yo tuve
que tomar. La decisión más triste que tuvimos que tomar los dos.
Y así, en octubre. Nos quedamos sin Skay y
sin Jimi. La tristeza era tan profunda y en un contexto personal tan triste,
que esto era lo último que una persona debiera decidir.
El nudo que se forma en la garganta es
inexplicable. Las lagrimas salen porque si. Y el dolor te cala los huesos. El
respirar es imposible. La ausencia es una verdadera carga de culpa, de
tristeza, alegría, todo. Una siente cosas inexplicables.
Un año después, ocurre lo mismo. Emma
también tiene leishmaniasis y Kitana. Kitana es hija de patada, de la segunda
camada. Ambas habían vivido con el hermano de Guille, pero luego regresaron a
la casa. Y lo más triste es que ésta vez las tuvieron que dormir en el día del
animal. Me tomé todo el jueves para pasar con ellas, jugar con ellas, dejar que
ensuciaran, que me lamieran, que me arañaran. Total, era la última vez que las vería.
Mientras todas las personas compartían en
las redes las fotos de sus mascotas. Nosotros nos despedíamos de dos más.
Jimi, Skay y Patada
Dormían en la cama conmigo, su cabeza
sobre la almohada, mis piernas, mi panza, mi hombro. Soportaban mis ataques de histeria y
rabia. Venían con sus colitas en movimiento cuando me sentaba a llorar y
secaban mis lágrimas. Con sus patitas me abrazaban y me decían “todo va a estar
bien”. Jimi traía la pelota, que aun hoy tengo atesorada, para que juguemos y
se me pasara la pena. Cuando todo iba mal y me sentía sola y con el espíritu
roto, o cada vez que estaba perdida, eran ellos quienes me recordaban que eran
motivo necesario para que yo pudiera vivir.
Ellos, siempre fueron ellos, la razón por
la que no sucumbí ante el desespero de muchas situaciones. Eran ellos quienes
me demostraban que valía la pena vivir en este mundo, tal como es. Y seguir batallándole a la vida, al universo. A las ganas de vivir (?)
Hubo momentos en que fueron víctimas de mi
rabia sin medida, de mis enojos sin sentido. Muchas veces fueron condenados al
patio de atrás. No siempre estaba enojada con ellos. Con ellos casi nunca me
enojaba. Pese a todo ello, siempre era Patada la que se acercaba a probar el
terreno. Apenas me acercaba a pedirle disculpas, aparecían Jimi y Skay,
tumbándome y subiéndose encima de mí, llenándome de lengüetazos, baba y cariño.
Si, era de las que dejaba que su cachorro la llenara de babas. Era alérgica al
pelaje de Jimi, no me importaba estar roja, ni rascarme la piel.
Skay y Jimi.
Skay, Jimi y Emma.
Estos tres seres me han enseñado lo que es
el amor. Y me han permitido darles el amor que había en mí y que creí que era
inexistente. Me dejaron ser parte de su vida. Me dejaron quererles, con todo lo
que poseía.
Y al escribir estas líneas, no puedo
evitar llorar y llorar, recordándolos. Se los extraña pero a montones. Ellos no
solo representaban el amor, si no simbólicamente, representaban mucho más. Para
mi fueron la oportunidad de relacionarme con otros seres, no me juzgaban, no me gritaban, no me cuestionaban. Se
bancaban mis ataques de ira y se daban cuenta que ellos tenían el poder para
sacarme de la oscuridad en la que me encontraba por momentos. Y lo hacían.
Siempre me guiaban hacía el borde del pozo, para sacarme de allí.
Además ellos
representan todo... porque los convertimos en el depositario del amor que no
podemos dar, de la confianza que no podemos ceder fácilmente, de la soledad que
nos gusta, del silencio que deseamos, del ruido que disfrutamos. Ellos nos
hacían ver la vida de otra forma y aunque enojados por los destrozos que hacían,
siempre los perdonamos porque la sonrisa de cada uno, siempre, siempre podía más que todos los enojos y todos los destrozos.
Recuerdo a la vez, cuando Fiona Apple
canceló su gira por Sudamérica, con la historia de su perra Janet. Y decía “Si
me voy ahora, temo que morirá y que no tendré el honor de cantar para ella
mientras se duerme, de acompañarla mientras se va”.
Cuando sabíamos lo que
pasaría, yo no tenía nada que ofrecerles, nada más que días de lágrimas. Estaba
tan devastada con la noticia, solo supe llorar. El día antes de que los
busquen, hicimos una gran despedida. Lloramos todos; mi mamá, Guille y yo. Y eran ellos, quienes nuevamente nos consolaban. Les juro que nos decían
“calma, estaremos mejor. No sufran más”. Fue una gran tragedia, que yo no logro
entender hasta hoy. ¿Por qué mis perros? ¿Por qué los dos? ¿Por qué ellos?
Ahora, a un año les puedo
decir que el dolor de su ausencia sigue intacto. Creo que cuando
una conecta de tal manera con sus compañeros, amigos, es imposible olvidarlos y "superar" el hecho.
Aunque, debo confesarlo, los primeros meses por alguna jugada de mi cabeza no recordaba sus
caras, poco a poco fueron volviendo. Hoy los puedo ver como siempre los vi. Con
caras-de-estar-tramando-algo-. Atrevidos y juguetones.
Quienes hemos perdido a
seres tan especiales, nuestros hijos perrunos, sabemos que siempre hay un antes
y un después de ellos, y que ese después nunca es igual al estadio anterior.
Quienes pudimos ver "ese final" podemos sentir empatía fácilmente por
situaciones similares, no importa dónde ni quien sea, porque sabemos sobre que
está construido el dolor y en momentos desesperantes deseamos sentir nada. Pues el dolor es tan fuerte, que por un momento pensás que se te va a romper las costillas. Ese es el dolor que yo siento hasta hoy. Puedo pasar madrugadas
y madrugadas pensando en ellos, en los momentos, y llorar, y llorar y llorar y
extrañarlos. Solo los recuerdos pueden minimizar el dolor que causa su
ausencia. Esos recuerdos, que espero, nunca olvidar.
Para hablar de Patada hace falta otro
escrito. Ella es única. Pero no podía no nombrarla. Ella me dio a estos dos
seres que son mis amores. Y, hablando en serio, la responsable de que hoy siga viviendo.
“La soledad es la ausencia de un amigo que
no está”, había dicho Charly cuando murió Spinetta. En mi caso es la ausencia
de dos amigos que no están. Y duele, duele la ausencia de esas alegrías cotidianas.
Estos seres fueron todo para mí. Como lo fueron en
su momento Emma y Kitana. A quienes les dedicamos madrugadas, calor, cobija
para que pudieran sobrevivir. Por eso es muy triste, penoso... que todo esto ocurra a un
año exacto de la partida de los otros dos.
Me habían dicho que los animales que
“parten” temprano, parten porque ya cumplieron con su ciclo y con su tarea en
esta parte del universo. Y se van conscientes de que cumplieron a cabalidad con
lo encomendado. Trato de creer en esto y trato de creer que no murieron, sino
que trascendieron y que en el lugar donde están ahora, son felices. Trato de imaginarlos en la típica pradera verde, jugando, haciendo hoyos, nadando en algún arroyuelo... que sé yo, son cosas en las que necesito creer.
Trato de pensarlos como eran. Felices,
moviendo la colita y la orejita, con la lengua afuera, diciéndome que todo va a estar bien.
Los extraño bastante. Y así, necesitaba escribir de alguna manera hoy, para que la tristeza sea más llevadera.
Y acá les dejo una poesía que les escribí hace un año: Amores ausentes
Kitana
Mi homenaje a ellos (obra de mi amigo, A. Saavedra)
Los objetos que aun atesoro.