martes, 8 de octubre de 2013

La soledad son dos amigos que no están


“Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas
y respuestas se encuentran en el perro.”
Franz Kafka en Investigaciones de un perro.


No sabía muy bien por dónde empezar… que historias contar, solo sé que quería escribir por el aniversario de la partida/trascendencia de mis bebés caninos. Skay y Jimi, esos dos seres que voy a amar, no sé, calculo que el resto de mis días.

Pongo en el reproductor “entre el cielo y la tierra” de Skay Beilinson y "el tesoro de los Inocentes" del Indio. El primer tema le canté a Skay en la madrugada de su partida, él estaba acostado entre mis brazos. El tesoro siempre escuchábamos en casa, yo en la compu, ellos acostados alrededor de mi silla; los tres. También debería poner Thunderstrucks de AC/DC, con ese tema si o si, saltábamos los cuatro.

A lo mejor, muchas personas piensan que son solo perros. Para mí no, Skay y Jimi no eran solo perros. Eran mis compañeros, mis amigos, mis hijos, los seres más leales y constantes con los que me pude relacionar. Fueron apenas unos meses. Pero fueron meses de mucho amor, de muchos abrazos, de muchas sonrisas, de mucha entrega, de mucha complicidad, de muchos enojos. Fueron meses plenos.


Como llegaron a nuestras vidas y como se fueron

Nacieron en enero de 2011, bajo el sol desconcertante de verano. Debajo de un arbolito verde. Patada, el sol de nuestras vidas, madre de estos seres dio a luz a 8 pequeños diablillos que en días más comenzaron a corretear por la casa y a sacarnos canas verdes, pero canas de placer. Eran alegría pura. Ellos eran: Sócrates (por Sócrates),  Emma (por Emma Goldman), Skay (por el guitarrista de los redondos), Porthos (era igual al papá que se llamaba Athos, entonces un une con flecha con los Tres Mosqueteros), Luna (tenía un lunar con forma de luna en la frente), Cloud (increíblemente, no recuerdo el nombre que le dimos), Jimi (por Jimi Hendrix) y el gigante (nació muerto). 

Skay, Jimi y Patada

Pasaron los meses cada uno fue con sus nuevas familias. Skay y Jimi se quedaron con nosotros. Skay por ser el primero en nacer y Jimi el último. Luego del infarto de Guille (mi pareja en ese tiempo), Skay y Jimi fueron acogidos temporalmente por dos amigos entrañables. Skay, casualmente, fue a parar a la casa donde había ido Emma, con mi amiga Romina. Luego volvieron y con ellos, volvió Emma… por problemas de la vida, infortunios de la vida. Emma luego va a la casa del hermano de Guille.

Setiembre de 2012, la terrible noticia era realidad. Skay y Jimi tenían leishmaniasis. Hicimos todas las averiguaciones para tratarlos. Era imposible por dos motivos. El tratamiento era muy costoso y la calidad de vida de los peludos no iba a ser la misma. Entonces, tuvimos que tomar la decisión de sacrificarlos. Fue la decisión más dolorosa, que yo tuve que tomar. La decisión más triste que tuvimos que tomar los dos.

Y así, en octubre. Nos quedamos sin Skay y sin Jimi. La tristeza era tan profunda y en un contexto personal tan triste, que esto era lo último que una persona debiera decidir.

El nudo que se forma en la garganta es inexplicable. Las lagrimas salen porque si. Y el dolor te cala los huesos. El respirar es imposible. La ausencia es una verdadera carga de culpa, de tristeza, alegría, todo. Una siente cosas inexplicables.

Un año después, ocurre lo mismo. Emma también tiene leishmaniasis y Kitana. Kitana es hija de patada, de la segunda camada. Ambas habían vivido con el hermano de Guille, pero luego regresaron a la casa. Y lo más triste es que ésta vez las tuvieron que dormir en el día del animal. Me tomé todo el jueves para pasar con ellas, jugar con ellas, dejar que ensuciaran, que me lamieran, que me arañaran. Total, era la última vez que las vería. 

Mientras todas las personas compartían en las redes las fotos de sus mascotas. Nosotros nos despedíamos de dos más.


Jimi, Skay y Patada

Dormían en la cama conmigo, su cabeza sobre la almohada, mis piernas, mi panza, mi hombro. Soportaban mis ataques de histeria y rabia. Venían con sus colitas en movimiento cuando me sentaba a llorar y secaban mis lágrimas. Con sus patitas me abrazaban y me decían “todo va a estar bien”. Jimi traía la pelota, que aun hoy tengo atesorada, para que juguemos y se me pasara la pena. Cuando todo iba mal y me sentía sola y con el espíritu roto, o cada vez que estaba perdida, eran ellos quienes me recordaban que eran motivo necesario para que yo pudiera vivir. 

Ellos, siempre fueron ellos, la razón por la que no sucumbí ante el desespero de muchas situaciones. Eran ellos quienes me demostraban que valía la pena vivir en este mundo, tal como es. Y seguir batallándole a la vida, al universo. A las ganas de vivir (?)

Hubo momentos en que fueron víctimas de mi rabia sin medida, de mis enojos sin sentido. Muchas veces fueron condenados al patio de atrás. No siempre estaba enojada con ellos. Con ellos casi nunca me enojaba. Pese a todo ello, siempre era Patada la que se acercaba a probar el terreno. Apenas me acercaba a pedirle disculpas, aparecían Jimi y Skay, tumbándome y subiéndose encima de mí, llenándome de lengüetazos, baba y cariño. Si, era de las que dejaba que su cachorro la llenara de babas. Era alérgica al pelaje de Jimi, no me importaba estar roja, ni rascarme la piel.

 Skay y Jimi. 

Skay, Jimi y Emma.

Estos tres seres me han enseñado lo que es el amor. Y me han permitido darles el amor que había en mí y que creí que era inexistente. Me dejaron ser parte de su vida. Me dejaron quererles, con todo lo que poseía.

Y al escribir estas líneas, no puedo evitar llorar y llorar, recordándolos. Se los extraña pero a montones. Ellos no solo representaban el amor, si no simbólicamente, representaban mucho más. Para mi fueron la oportunidad de relacionarme con otros seres, no me juzgaban, no me gritaban, no me cuestionaban. Se bancaban mis ataques de ira y se daban cuenta que ellos tenían el poder para sacarme de la oscuridad en la que me encontraba por momentos. Y lo hacían. Siempre me guiaban hacía el borde del pozo, para sacarme de allí.

Además ellos representan todo... porque los convertimos en el depositario del amor que no podemos dar, de la confianza que no podemos ceder fácilmente, de la soledad que nos gusta, del silencio que deseamos, del ruido que disfrutamos. Ellos nos hacían ver la vida de otra forma y aunque enojados por los destrozos que hacían, siempre los perdonamos porque la sonrisa de cada uno, siempre, siempre podía más que todos los enojos y todos los destrozos.

Recuerdo a la vez, cuando Fiona Apple canceló su gira por Sudamérica, con la historia de su perra Janet. Y decía “Si me voy ahora, temo que morirá y que no tendré el honor de cantar para ella mientras se duerme, de acompañarla mientras se va”.

Cuando sabíamos lo que pasaría, yo no tenía nada que ofrecerles, nada más que días de lágrimas. Estaba tan devastada con la noticia, solo supe llorar. El día antes de que los busquen, hicimos una gran despedida. Lloramos todos; mi mamá, Guille y yo. Y eran ellos, quienes nuevamente nos consolaban. Les juro que nos decían “calma, estaremos mejor. No sufran más”. Fue una gran tragedia, que yo no logro entender hasta hoy. ¿Por qué mis perros? ¿Por qué los dos? ¿Por qué ellos?

Ahora, a un año les puedo decir que el dolor de su ausencia sigue intacto. Creo que cuando una conecta de tal manera con sus compañeros, amigos, es imposible olvidarlos y "superar" el hecho. Aunque, debo confesarlo, los primeros meses por alguna jugada de mi cabeza no recordaba sus caras, poco a poco fueron volviendo. Hoy los puedo ver como siempre los vi. Con caras-de-estar-tramando-algo-. Atrevidos y juguetones.

Quienes hemos perdido a seres tan especiales, nuestros hijos perrunos, sabemos que siempre hay un antes y un después de ellos, y que ese después nunca es igual al estadio anterior. Quienes pudimos ver "ese final" podemos sentir empatía fácilmente por situaciones similares, no importa dónde ni quien sea, porque sabemos sobre que está construido el dolor y en momentos desesperantes deseamos sentir nada. Pues el dolor es tan fuerte, que por un momento pensás que se te va a romper las costillas. Ese es el dolor que yo siento hasta hoy. Puedo pasar madrugadas y madrugadas pensando en ellos, en los momentos, y llorar, y llorar y llorar y extrañarlos. Solo los recuerdos pueden minimizar el dolor que causa su ausencia. Esos recuerdos, que espero, nunca olvidar.

Para hablar de Patada hace falta otro escrito. Ella es única. Pero no podía no nombrarla. Ella me dio a estos dos seres que son mis amores. Y, hablando en serio, la responsable de que hoy siga viviendo.

“La soledad es la ausencia de un amigo que no está”, había dicho Charly cuando murió Spinetta. En mi caso es la ausencia de dos amigos que no están. Y duele, duele la ausencia de esas alegrías cotidianas.

Estos seres fueron todo para mí. Como lo fueron en su momento Emma y Kitana. A quienes les dedicamos madrugadas, calor, cobija para que pudieran sobrevivir. Por eso es muy triste, penoso... que todo esto ocurra a un año exacto de la partida de los otros dos.

Me habían dicho que los animales que “parten” temprano, parten porque ya cumplieron con su ciclo y con su tarea en esta parte del universo. Y se van conscientes de que cumplieron a cabalidad con lo encomendado. Trato de creer en esto y trato de creer que no murieron, sino que trascendieron y que en el lugar donde están ahora, son felices. Trato de imaginarlos en la típica pradera verde, jugando, haciendo hoyos, nadando en algún arroyuelo... que sé yo, son cosas en las que necesito creer.

Trato de pensarlos como eran. Felices, moviendo la colita y la orejita, con la lengua afuera, diciéndome que todo va a estar bien. 

Los extraño bastante. Y así, necesitaba escribir de alguna manera hoy, para que la tristeza sea más llevadera.


Y acá les dejo una poesía que les escribí hace un año: Amores ausentes



Kitana


Mi homenaje a ellos (obra de mi amigo, A. Saavedra)


 Los objetos que aun atesoro. 

3 comentarios:

  1. Amores peludos, calan demasiado hondo :( abrazote fuerte Maga!!! te quiero mucho mucho!!

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  2. Tema De Pototo - Almendra: https://www.youtube.com/watch?v=rREkMHeLIIM

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