Sobre las inesperadas similitudes entre la magia y la psicología en la obra de Aleister Crowley.
El
multifacético ocultista británico Aleister Crowley consiguió ser llamado
El Último Gran Mago de Occidente, al tiempo que la magia para la mente
popular se convertía en un espectáculo de trucos e ilusiones para
entretener a los niños –o de fantasías literarias que poco tenían que
ver con la experiencia cotidiana. Crowley formó parte de varias
sociedades secretas, incluyendo la afamada Golden Dawn, en la que
participó también el poeta irlandés W.B. Yeats, y pudo aprender el
cuerpo hermético de la magia occidental, particularmente lo que se
conoce como magia salomónica (del Rey Salomón que supuestamente utilizó
espíritus ayudantes para construir su templo). La magia salomónica o
teurgia, postula un complejo sistema para invocar entidades angélicas o
demoníacas y operar a través de ellas cambios en la naturaleza. Esta es
la magia que popularmente vemos representada con hechizos, conjuros y
ritos.
El lenguaje enochiano o
lenguaje de los ángeles, la cábala, la goetia, los sígilos y sistemas
oraculares como las runas, conforman una base teórica para articular una
intención y conseguir una resonancia operativa en la naturaleza. Pero
curiosamente toda esta ciencia arcana no figura entre lo que Aleister
Crowley considera como la verdadera magia. Acaso como aquellos maestros
que recomiendan aprender toda la teoría para después simplemente
desecharla. Para Crowley la magia es fundamentalmente un sistema
psicológico orientado a conducir la voluntad del ser humano al dominio
de su individualidad.
El escritor Robert Anton Wilson
seguramente tenía en mente la obra de Crowley cuando dijo: “La magia
tiene muchos aspectos, pero fundamentalmente actúa como un sistema
dramatizado de psicología”. La ritualización de un proceso psíquico como
potencialización de la capacidad mental a través del símbolo y la
emoción. Que el mismo Crowley reconocía que las entidades invocadas en
un acto de magia eran parte de la psique humana queda en evidencia en su
Introducción a Lemgeton Clavicula Salomonis, al decir “Los espíritus de la Goetia son porciones del cerebro humano”.
Crowley llamó a su sistema “Thelema”,
palabra que significa voluntad. La voluntad, como en la filosofía de
Schopenhauer y en la de Nietzsche, está en el centro de su modelo de la
naturaleza. La intención, como concentración o vuelo dirigido de la
voluntad, es el tema recurrente en su visión de la magia.
La magia es “la Ciencia y el Arte de
provocar que ocurra un Cambio en conformidad con la Voluntad”. Y “todo
acto intencional es un acto mágico”. Como Schopenhauer, Crowley notó que
en la voluntad confluía la corriente primordial de energía del universo
–por lo que para operar sobre la naturaleza solo era necesario
canalizar esa voluntad, con la intención.
El ser humano, por naturaleza, tiene la
capacidad de efectuar cambios en su entorno, lo único que tiene que
hacer es seguir su propio camino, hacer lo que quiere. Este flujo
solamente se interrumpe si no logra seguir su propio camino, si fracasa
en autoconocerse. “ Cualquiera que es forzado a desviarse de su propio
curso, ya sea por no entenderse a sí mismo, o a través de una oposición
externa, entra en conflicto con el orden del universo”, dice Crowley en
su libro Magick in Theory and Practice. Y es que “la Magia es
la Ciencia de entenderse a sí mismo y las propias condiciones. Es el
Arte de aplicar ese entendimiento a la acción”. Una definición de la
magia que parecería propia de un manual elemental de psicología, sobre
la importancia de ser uno mismo.
El secreto de este sistema de magia
basado en la individualidad, en el auto-entendimiento y en el ejercicio
del autoconocimiento yace en el principio de que el individuo es una
imagen microcósmica del universo (o de Dios). Entonces, si una persona
aplica este entendimiento, al usar su intención, estará usando la
intención del universo –una intención con una potencia de identidad
divina. Así es que opera la magia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario