El
tiempo cura las heridas, dicen. Y a esta creencia me aferré, dejé
que el padre Chronos cumpliera su parte del acuerdo.
Cuando
decidí regresar a este lugar, lo hice pensando y creyendo en que ya
era hora de poner a prueba a Chronos. Creo que funcionó en cierta
medida. Hoy ya no me duelen las cosas que me dolían hace 20 años.
Me duelen otras cosas.
Cuando
escribo estas líneas, no puedo dejar de pensar en frases sueltas
como “escribir no es terapéutico”, “demasiado ya ventilás tu
vida privada”, “no sos escritora”, y esas cosas tan tiernas que
solemos decir los humanos sin antes aprender a cerrar la boca. Si no
podemos ponernos en el lugar del otro para tratar de dimensionar, por
lo menos, lo más mínimo del torbellino que es el otro, deberíamos
aprender a callar.
No
pretendo ser escritora. Para mi es un acto de liberación. Liberar la
historia familiar es liberar una minúscula parte de la historia de
mi país, de mi continente. Una misnusculita parte de la historia de
la humanidad, pues para mí no es fácil aislar la historia de las
mujeres que me antecedieron, de la historia política en la que se
encontraban y en la que me encuentro yo. Soy y somos productos de
esos momentos.
Es
algo... vago.
Quiero
iniciar este algo con el relato breve sobre mi madre. No, no será
“todo sobre mi madre”, para eso debería conocerla, y a mi madre
no la conozco. La voy conociendo y hoy es su cumpleaños.
Ella,
como muchas otras mujeres de este país, tuvo que dejarme a cargo de
otra persona para ir a laburar y traer lo necesario para que pueda
tener un futuro mejor que el pasado y el presente de ella.
Manuela,
así se llama ella, es hija de Valentina, hija de Eleuteria (una
onda, Thorin, hijo de Thrain, hijo de Thror de El Hobbit), creció
entre mujeres, en medio de mucha pobreza material, pero con
abundantes tierras que cultivar y cosechar, abuelo de Manuela, era
dueño de muchas extensiones de tierras que trabajaban entre todos;
los tíos, las tías, los nietos y sobretodo las nietas. Algunas con
menos alegrías que otras. Manuela, siempre lo hacía con convicción
y alegría. Con convicción porque creía que solo el trabajo duro
podría darles de comer, y alegría porque disfrutaba de aquellas
tareas, rutinas, etc. Ella, como suele contarme, iba temprano con la
abuela a la chacra a carpir y a traer mandioca, maní, maíz para
toda la familia, que era bastante numerosa. En medio de todo ese
trajín, ella estudiaba -o intentaba-. Su lugar favorito casi por
obligación, era la carreta del abuelo, allí dormía y allí
estudiaba. Amaba estudiar, ama estudiar, me consta.
Como
toda niña de campo, fue obligada a dejar la escuela para dedicarse a
las tareas de la casa. No recuerdo si llegó a hacer el sexto grado o
solo hizo el quinto. Luego estudiaría corte y confección, un oficio
al que se dedica hasta hoy, pero cociendo ropitas para los sobrinos,
arreglando y salvando esa ropa que tanto queremos. Más adelante
emigraría. Fue miembro de esa gran masa de gente que huía a la
Argentina para tratar de enviar algo a la familia. Según ella misma
cuenta, tuvo mucha suerte, encontró trabajo al toque y nunca le
faltó. Siempre le sobraba un poquito para darse algunos gustitos;
como comprarse unos vinilos de sus artistas favoritos -¡cada cosa
que tiene!, los he visto-, ir al cine, a bailar o comprarse ropas y
zapatos que a ella le gustaban.
Venía
muy pocas veces al país. Allá aprendió a cocinar cosas que jamás
pensó que cocinaría. Tuvo que aprender comida francesa, italiana,
española. Tuvo suerte en trabajar con extranjeros amables, según
ella misma recuerda. Asumo que de allí mi gusto por los idiomas, en
especial por el francés. Ella tuvo que aprender lo básico, básico
para manejarse. Cuando se enteró que me gustaba el francés berreta
que dábamos en el colegio, casi llora y se esmeró en exagerar con
libros de francés para que yo aprendiera. Aprendí, pero lo fui
perdiendo por falta de practica.
También
le gustaba la música cubana. Amaba el Guaguancó. Esta vez fui yo la
que deliró cuando me confesó que moría por ir a conocer Cuba y a
conocer los ritmos cubanos. Manuela tenía un par de vinilos de
Guaguancó.
De
todo esto me enteré hace poco, como dije, ahora la estoy conociendo.
De su amor a los animales ya supe ver antes, cuando moría por mis
bebés de la misma manera en que yo lo hacía. Mamá dejaba que ellos
durmieran con ella, les compraba cositas y jugaba y hablaba con
ellos. Si, estoy llorando como lo ridícula que soy.
Ahora
que tengo gatas, también muere por ellas. Y muere por cualquier
bicho que camine, como yo. Ella tuvo un gato negro en su infancia,
hasta que este se fue.
Manuela,
es una mujer que cumple 71 años, que fue presidenta del Club Sport
Cerro León -el club de acá que cumplió 100 años este fin de
semana- por dos años, en la década de los sesenta. Hace como 20
años que no hay mujeres en la directiva del Club. Fanática del Club
Olimpia. A mi, mi vieja me hizo olimpista. Negrita, subrayado, fuegos
artificiales y que suene el expreso decano.
También
es fanática de los yuyos. Sabe y aun sigue aprendiendo sobre estas
hierbas. Siempre tiene una receta rara para cualquier cosa que te
duela. Cree en el poder de la oración.
Hasta
hace poco, yo creía que “oración” era sinónimo de rezar a
alguna de deidad, santo o lo que fuere. Y en realidad, oración es
pedir y creer en eso que se pide con el corazón, el alma y todas
esas cosas de brujas. Mi mamá quiere aprender a curar a las
personas, porque quiere aliviar el dolor físico de las personas y
así “poder hacer algo por el mundo”. Entonces me manifestó que
quiere ser reikista (ni idea si ese término existe). Mamá tiene el
libro de magia roja, yo nunca vi ese libro. Aquí pondría el emoji
del wasap al que le salen corazones por los ojos.
Manuela
es amante del buen vino, sin hielo y “sin ninguna sustancia que
corte el sabor y el efecto”. Ella cree que al clericó le queda
bien cualquier alcohol.
Ella
tiene un corazón, como todos, a la izquierda. A ella ese corazón le
duele cuando ve y vive las injusticias sociales que nos toca a
diario. A menudo, me tira algunas frases que son dignas de aparecer
en un cartel de la revolución (?)
Manuela
es madre. Manuela es dramática. Manuela ama las novelas. Manuela
manipula. Manuela no es perfecta y no tiene intenciones de competir
con sus madres por el puesto de “la mejor mamá del mundo”.
Manuela
es mi madre.
Manuela
creció entre mujeres y mucha pobreza. Manuela tuvo que emigrar.
Manuela tuvo que dejarme a cargo de mi padre para emigrar por segunda
vez, por el mismo motivo con destinatario de esfuerzo diferente.
Este
es un acto, que no sé si perdoné del todo (por las consecuencias en
mi vida), pero por lo menos ahora voy entendiendo mejor, y lo llevo
de otra manera, más calmada y menos furiosa. Siempre peleamos por la
percepción y por el concepto de su presencia solo los fines de
semana.
Manuela
trabaja hasta ahora en el mismo lugar en el que entró hace 24 años.
Trabajó y dio todo por sus hermanas, su mamá, sus primas, sus
sobrinas y por su hija. Soy heredera de una pequeña porción de
tierra, que hasta hace poco estaba en venta. Sin embargo al escuchar
todas las historias que escuché y lo que significó para ella la
compra y batalla, no la quiero vender, por respeto a ella y a su
esfuerzo. Aún no sabemos como vamos a construir nuestra casa propia,
por el momento ella vive con mi tía y yo me vine a vivir a la casa
que fuera de la abuela y que está asentada en el terreno que Manuela
le regaló a su madre. Para eso había ido a trabajar a la Argentina.
Manuela
se enamoró. Manuela sufrió por amor. Manuela no escapó de la
violencia. Otra de las razones por la que nunca pudo construir su
casa propia. Es otro número en la estadística de mujeres que
creyeron en el amor eterno y que ello implicaba estabilidad. Lo tuvo.
Yo ayudé a terminar esa relación y me siento orgullosa y feliz. La
vida con mi padre era un suplicio.
Manuela
no me jode con eso de ser madre. En semana santa de este año me
enteré que ella tenía los mismos pensamientos que yo respecto a la
maternidad. De hecho, ella esperaba que no sobreviva a los primeros
tres meses críticos de su embarazo. Los anteriores le indicaban que
nunca sobreviviría, a esta “inutilidad” se le sumaba la edad.
Ella me parió a los 42 años, su embarazo era de alto riesgo. A esto
se le suma su presión alta. Aun así, la caradura llegó. Ella se
ríe cuando me dice “desde temprano eras nomás luego una rova atâ
sin remedio. Sos nomás una sobreviviente, hija”. Háganme giros
tigo de Kleenex.
Manuela
no me jode, o por lo menos ya no, con eso del matrimonio y la familia
feliz. Ella sabe que ya tuve la oportunidad de jugar a la casita
feliz y que fuimos felices. Nos aburríamos un poco sin taaantos
problemas que resolver, pero fuimos felices, a nuestro modo y en
nuestro tiempo. Ella formó parte de eso. Nunca apostó a eso, según
me cuenta ahora. Dice ella, que las cosas buenas siempre llegan a su
fin, pues no pueden ser más que eso. Y como muestra le teníamos a
Jimi y Skay, que fueron nuestro todo, por un corto tiempo, pero luego
debieron continuar cuando ya nos dieron todo. Mejor envíenme giros
tigo de pizza y fernet.
Manuela
nunca me jodió con los estudios. Esa era labor de papá. En
consecuencia soy una hija primera alumna los doce fucking años de
estudio. El síndrome estamos tratando de romper aun, no es fácil.
Con lo del título si me jode, porque soy la promesa y apuesta de
toda una generación y sus carencias. Trato de explicarle cosas, pero
cuesta decirle que la carrera que tomé con tanto entusiasmo, amor, y
fe (?) terminó siendo algo jodidamente repudiado por mi persona. Y
que quiero terminar algo peor que la sociología (?)
Ella
ni intenta decirme que estudie marketing, que es lo que me da de
comer ahora. Sabe que pronto me voy a aburrir y terminar en teoría
del arte. Entonces, tantea con que vuelva a la Universidad a estudiar
letras, ya que sabe que me gusta la literatura y me gusta escribir
estas huevadas.
Si,
todo así mezclado. Así somos las dos. Así es Manuela, que no me
jode con los estudios, por que sabe que voy a poder, dice. Me jode
con el título. Ella que nació con Morínigo y se exilió con
Stroessner sin posibilidades reales de acceder a una educación
básicay de calidad. Ella que no conocía otras formas de
representación, al igual que yo, hasta que llegó el 2008. Una
alegría compartida, una tristeza que compartíamos a medias. Ella le
quiere a Lugo, a medias, ya que desde su mirada y sus diálogos con
otros trabajadores, fue el que mejor intentó hacer las cosas. Es
antiliberal -del partido- a muerte. Una de sus frases celebres la
lanzó cuando Franco se convirtió “por golpe de gracia” en
Presidente; “los liberales luego siempre fueron plata pota y por
eso son siempre los peores traidores de la historia. Con los
colorados por lo menos sabés que siempre nos va a ir mal”.
Manuela,
quien siempre tenía que votar por los colorados, votaba nulo. Y
nunca se arrepintió, hasta que le votó a Rafael Filizzola, de ese
voto si que se arrepiente, y me dice “no vaya luego a decir nada”.
Yo me río.
Manuela,
hoy tiene canas, arrugas, manchas y achaques, consecuencias de la
edad y de la vida dura que le tocó vivir. Manuela es esto que les
cuento. Manuela es otra parte que no me cuenta. Manuela es otra parte
que no conozco y es también una parte que no puedo contar, o por lo
menos todavía no.
Manuela,
mi mamá, está de cumpleaños y su sueño siempre fue escribir la
historia de su familia. Ella nunca pudo. Manuela lleva el nombre de
mi tío abuelo Manuel, quien también debería cumplir años hoy, y a
quien prometí ir a encender una vela en nombre de mi mamá.
Manuela
no es perfecta, es solo mi mamá y me da mucha alegría poder
conocerla y poder aprender a no ser tan dura cuando la juzgo. Estoy
aprendiendo a no juzgarla, pero todavía se me hace difícil. Solo sé
que cuando llegue el momento, mis dudas habrán sido aclaradas y mis
preguntas respondidas con mucha franqueza, característica muy de las
dos por lo que descubro. ¡Auch!
Así
es como estoy sanando. Así es como estamos sanando las dos, y
sanamos entendiendo cosas que muchas generaciones nos fueron tirando
encima.
La
historia de Manuela es la historia de miles de mujeres, sus madres y
sus hijas.
La
historia de Manuela es la historia de mi madre y es la historia de su
madre.
La
historia de Manuela es mi historia.
Y
esta es la historia que les quiero contar.
Mirror - Hossein Zare |
nota: soy consciente de mis errores de redacción.